La frase nació en los partidos de barrio que transcurrían sin
límite de tiempo y que, ante la paridad de fuerzas, necesitaba de este recurso para poner punto final al encuentro.
Modalidad que desde siempre se practicó en nuestros potreros y baldíos y que se anticipó muchos años a la decisión de la FIFA, de terminar con un duelo futbolístico, a través de un gol de oro.